martes, 28 de septiembre de 2010

Manual de lo prohibido


Por: Annette

Notas: Mi primera historia original, de diez capítulos (o por lo menos, eso calculo :P). Atrevimiento derivado de las ganas de plasmar un poco mi forma de pensar. Espero no decepcionar a los que me animaron a escribir algo propio y menos espantarlos al grado que tengan que salir corriendo.

 

Regla 1

Es de ley pensar que los sentimientos siempre violaran cualquier acuerdo y amistad.

Excepción:

En este caso nunca la hay, siempre habrá una idiota enamorada de su mejor amiga.

***




Hannah era la típica joven promedio, buenas notas en general, una vida organizada, un bonito hogar, y padres muy gentiles… su vida en general estaba bien, estaba bien omitiéndola a ella, claro esta.

A ella la odiaba...

Rebelde por naturaleza. Así solo ella podría catalogar a Orión S. Blake. Terriblemente atractiva y portadora de la mas hermosa sonrisa picara que ella hubiera visto en su vida. Para ella, Orión era de aquellas personas que se encuentran cada era glasear. De un IQ groseramente alto y una mirada gris que podía hacer arder el mismísimo Polo Norte y llevarse a Papá Noé entre las piernas, ó congelarlo todo a su paso, volviendo su mirada la mas helada que hubiera visto en su vida.

Si, odiaba todo de ella...

Impredecible hasta la medula y extrañamente coqueta entre toda aquella rebeldía y ambigüedad.

Orión era... Orión. No había forma de describir aquella mujer de espíritu de extremos. Ella era simplemente una ganadora, de aquellas que nacen por generación espontánea. Ella era de esas personas que no necesitan causa o consecuencia, solo desafió y realización, para ella era simplemente la mejor y no, contrario a lo que se pueda pensar, no se vanagloriaba ante sus ojos de serlo... simplemente ella era la seguridad, era la fuerza, era el ímpetu, la pasión juvenil, y deseos febriles de la adolescencia que ella tanto quería experimentar.

Pero odiaba todavía mas no poder odiarla... Por patético que sonase. ¿Por que lo sonaba verdad?

Y ahí estaba de nuevo su conciencia... Comenzando a dar jugo... para variar. Hannah Wolf cerró fuertemente el libro con fastidio, había tratado de leer aquella primera hoja, de las 295 que le quedaban esperando, por mas de media hora, pero no podía pasar del primer párrafo ¿Por qué? Pues bien señores. Hannah Wolf no podía pasar de la primera hoja por que alguna deidad inconcreta que estaba en el santísimo cielo, le jodia la vida. 

Y enserio se la jodia.

No podía pasar de la vendita primera hoja por que su ‘amiga’- sinceramente comenzaba a dudarlo- no dejaba de colarse por sus pensamientos haciéndole perder su valioso tiempo – ¡Hey! Tenia que terminar con aquel ensayo para mañana-  en estúpidas ensoñaciones que nada tenían que ver con la realidad.  

Gruño desesperada. Llamando la atención de algunas personas que estaban en la biblioteca, seguramente acabando aquel vendito ensayo que su encantadora –¿Se nota la ironía verdad?- mente no le dejaba terminar.

Su mente no dejaba de pasar imágenes con diversas hipótesis que ella quería convertir en realidad. Y con tantas imágenes absurdas –pues cada ves iban de mal en peor- comenzaba a darle aquel dolor de cabeza tan característico. Porque estaba claro que Orión-extraño nombre para una mujer- era la única que podía llevarla al borde de la locura, sin estar la aludida ahí presente.

Y mucha gente se preguntara. ¿Y porque no te deja tranquila si es tu mente? Y Hannah responderá, con aquel brillo cansado en sus ojos color miel. Por que la amo ¡Joder! Como si por el hecho de decirlo en su mente fuera suficiente para calmar aquel temblor en su voz cada ves que las pupilas grises de su amiga se colocaban en sus ser. Enserio cada ves se convencía mas de que era patética. Solo rezaba por que las mariposas y todas aquellas cursilerías no comenzaran a estropear su cuerpo. Porque sabia que eso no era normal en un ser humano común. Porque sabia que un ser humano no podía sentir tanto por una sola persona.

Era agobiante el hecho de que Orión, de entre todas las venditas personas del mundo, fuera la elegida por su corazón. ¡Dios! ¿Que su corazón no podía mejor fijarse en alguien mas alcanzable? ¿Alguien como... Tom Felton por poner un ejemplo? Asi solo tenia que viajar a un continente extraño, y acosarlo hasta que fuera suyo y ¡Fin de la historia! Eso seria lo mas común pero ¡No! ¡Ahí iba su idiota corazón a enamorarse de su vendita y completamente hetero mejor amiga! ¡Que el diablo la llevase consigo! Era mucho mas fácil convencer al mundo de que la luna era de dulce que hacer que su amiga se fijara en ella de esa forma! 

Era oficial. Era patética.

Y Tom Felton se habia perdido de la mejor aventura de su vida, eso era seguro.

Volvió a tomar el libro que habia colocado con brusquedad –y mucha rudeza- sobre la mesa de la biblioteca y lo volvió a abrir en la primera hoja. Sus ojos acostumbrados inmediatamente comenzaron a leer.



Sobre un lecho de brasas incandescentes se consumía un leño entero en la chimenea. Por los vitrales verdosos se filtraba un día de marzo, avaro de luz... (1)
Un lecho de brasas... Eso sonaba tan atractivo para su mente: “Orión vamos a probar aquel lecho y lo llenaremos con nuestras brasas incandescentes de pasión desenfrenada” Eso era una clara invitación. Se preguntaba que tal reaccionaria Orión ante aquello.   

Y volvía su imaginación, y sus pensamientos salían volando a terrenos donde el raciocinio no podía alcanzarle.

Simplemente estaba harta. ¿Porque? Porque era patética al enamorarse de Orión que era tan rebelde, tan cínica y era... tan ella. -Si lo se, omitamos el hecho de que no podía describirla ¿vale?- y era mas patética aun porque sus pensamientos giraban en torno a ella y solo de ella.
¿Y mientras tanto Hannah que podía hacer? Solamente rendirse a las ensoñaciones y esperar porque Zeus se apiadara de ella. Y Bueno y ¿por que Zeus? –se estaba volviendo a ir entre las ramas ¿Ven como les digo que ella acabaría en el sanatorio para enfermos mentales mas cercano?-  Bien podía haber dicho: “Altísimo, Creador, Padre, Señor, Jesucristo, Providencia, Hacedor”, pero era meterse en mas problemas, y ya tenia suficiente con sus pensamientos.  Asi que Gracias.

Volviendo al tema. ¿Porque no simplemente Orión no podía dejar de ser tan ella? Eso la ayudaría mucho, le abriría las puertas a un mundo insospechado donde su corazón se aleja de sus pensamientos y deja de tener aquellas batallas campales donde su raciocinio era vencido emocionantemente por su deseo. Y bien también dejaría de pasar aquellas bochornosas escenas donde no le podía quitar la mirada de encima, porque ese dia se habia puesto especialmente algo que la hacia ver diferente a las otras fechas.   

Se estaba volviendo loca. Eso era predecible. Ella la estaba volviendo loca. Aun no podía olvidar la primera ves que la habia visto.

Primer dia de clases del 96’, 7:15 AM, Presentaciones con los profesores de turno. Esa fecha nunca se borraría de su mente. No acostumbrada a llamar la atención, se habia colocado en la esquina mas alejada que pudo haber encontrado, con la mirada asustada y con las manos sudorosas. Aún recordaba que entre tantos compañeros, ella habia llamado demasiado la atención, entrando al aula corriendo y agitada, deteniéndose bruscamente cuando el profesor titular la habia reprendido por llegar tarde y la sonrisa descarada que ella habia portado en aquel instante la sorprendió y embeleso en partes iguales, y tal parecía que al profesor le habia pasado lo mismo porque la mando a sentar enfuruñado, siguiendo con su monologo sobre las clases que impartiría. Justo después de ese momento, sintió como un cuerpo se dejaba caer a lado suyo. Ella estaba sentada a lado suyo, con la respiración jadeante y su mirada luminosa dirigida especialmente a ella.

-Hola soy Orión- habia dicho con una sonrisa. Hannah por reflejo le sonrió nerviosamente.

-Hola... soy Hannah- Orión sonrió mas y el brillo de sus hermosos ojos grises se intensifico. Hannah la vio sorprendida.

- Tienes un lindo nombre- le habia dicho, y ella no tuvo mas que sonrojarse para que Orión sonriera con ternura antes de voltearse a ver al profesor que en este momento hablaba acerca de las reglas.-

-Gracias...-    
  
Simplemente no podía olvidarlo, la conocía desde pequeña y desde que tenia memoria, Orión siempre había tenido aquel temperamento extraño, y aquel carácter volátil. Cuando era pequeña Orión, y su padre le ordenaba que se comportara durante algún evento social, ella terminaba escandalizando a toda la concurrencia cantando una canción muy grosera aprendida del hijo del jardinero junto con su inseparable amiga Lorena Smith. También estaba aquellas tantas veces que sus madres les prohibían comer dulces entre comidas, y a ella, (como generalmente siempre ocurría) la arrastraban hacia las cocinas para dedicarle a las cocineras una de sus adorables sonrisas, para que estas le llenaban los bracitos con masas y tortas, y ellas, a pesar de que estuviera llenas, se las comían todas sólo por el hecho de que lo tenían prohibido. Y como olvidar que en tercero de secundaria Orión se paro en la mitad de la clase y le declaro su amor al profesor titular, plantándole un beso en la boca, ante la mirada expectante de todo el salón -y la risa casi histérica de Lorena- y la confusión palpable del dichoso profesor. Después de eso se paso un mes con tareas extras y sin salidas. Pero para ella había valido la pena por solo ver la cara de confusión y anonadación que portaba el profesor en aquel instante. Simplemente por que era ella. Era Orión asi de simple. 
Llevaba alrededor de 10 años siendo amiga de aquella peculiar muchacha, había pasado parte de su infancia con ella, metiéndose en problemas y travesuras y aprendiendo cosas nuevas. Y en toda su adolescencia siempre Orión había sido el centro de atención. No había persona que ella conociera, que no supiera quien era Orión S. Blake. Para bien o para mal...

Y ella... Ella era su amiga, Hannah Wolf una chica que no tenia un rostro especialmente armonioso, ni sus facciones de una simetría envidiable, su cuerpo no tenia aquellas cuervas que volvían locos a los adolescentes, ni tenia una sonrisa de aquellas que podían servir como comercial de pasta dental. Ella era completamente opuesta a lo que era Orión Blake o a Lorena Smith. Ella era una chica común que tenia la suerte de tener a unas amigas como lo eran ellas.

Y tal ves por eso aun no entendía como habia pasado. Le daba vueltas al asunto una y otra ves. ¿Cuándo era que se habia enamorado tan perdidamente de Orión? Ahí estaba la pregunta que se formulaba cada ves con mas ímpetu. No sabia exactamente. Pero era conciente de cuando comenzó a notarlo. Recordaba los hechos ocurridos hace apenas escasos tres años. Donde habia sentido un dolor casi físico por ver a su mejor amiga ser besada con aquel ardor por un alumno de grado superior en la esquina que dividía los dormitorios de damas y caballeros. Desde ese momento comenzó a notarlo. Aquel vuelco en el corazón cada ves que Orión se encontraba con sus amistades para atender asuntos. Como ella se lo habia explicado aquella ves que la encontró en aquella aula vacía, con su hermoso cabello negro alborotado y una sonrisa, que a lenguas se notaba nerviosa, en compañía de aquella persona que no pudo identificar.

Sabia que aquel dolor no se iría. Y tampoco se iría aquel sentimiento que lo dominaba. Aquel sentimiento que Hannah no podía dar nombre. Después de eso se la paso rondando por los pasillos del internado, tratando de asimilar las escenas ocurridas momentos antes de que Orión se disculpara y le cerrara la puerta de aquella aula, ante la mirada impactada de su amiga. No sabia con exactitud cuando habia regresado a su dormitorio, pero sabia que lo habia hecho por que Hayley, su compañera de pieza, trataba de hacerla reaccionar de alguna forma. No sabia tampoco cuando es que se habia puesto a llorar, pero lo habia hecho, aquel dolor que sentia era terriblemente insoportable.  Después de eso. Paso prácticamente todo el curso debatiéndose internamente cada ves que veía salir a escondidas a Orión. Y aquel dolor le recordaba que aquél sentimiento estaba ahí, y que ella no podía ignorarlo por mas tiempo. 

Después lo comprendió; Comprendió que el basilisco que se revolvía furioso en su interior cada ves que veía a Orión con sus amistades, era simplemente la inquietud de temer que la persona a quien amaba le perteneciera a otra.

Paso un año para que ella por fin pudiera aceptar que amaba a su amiga. Y un año basto para que ella reprimiera sus sentimientos. Por que esos sentimientos no debían existir, y mucho menos para con ella.

Ahora, teniendo plena conciencia de que la amaba, se quedaba callada cada ves que Orión salía con la pareja del momento. Y es que gracias al cielo, Orión no duraba mucho con las parejas que salía. Y eso la alegraba y preocupaba por partes iguales, por que seamos realistas, cuando el indicado llegase, Hannah simplemente tendría que entender que Orión no era y nunca seria para ella, pero mientras tanto, guardaba silencio cada ves que Orión les contaba a ella y a Lorena entre risas, de sus aventuras de una noche, tratando de retener aquel sentimiento que clamaba por salir y revolvía su interior con una fuerza espeluznante.

Suspiro cansadamente. El estar enamorada, era quizás lo mas hermoso que le podía pasar a alguna persona, pero que para ella... para ella era simplemente lo mas agobiante que le podía haber pasado. Aunque por extraño que pareciera no se quejaba de ello. Pues disfrutaba mucho estar junto a ella, cuando la consentía con una ternura que rozaba en la adoración. Por que Orión era la única que podía subirla al cielo y bajarla a lo recóndito del infierno de un solo golpe. Pero cuando estaba con ella, era lo mejor que le podía pasar.

-Vaya... ¿Sonriéndole a los libros otra ves Hannah?- la nombrada bajo el libro, antes de fijar su vista en la chica que se encontraba frente a ella, con aquella sonrisa burlona.

- ¿Que haces en la biblioteca Orión?-  preguntó, mientras cerraba el libro, y se tomaba deliberadamente la cabeza.-Que yo sepa, tu y la biblioteca en la misma frase es casi un sacrilegio para la humanidad.

- ¡Ho! ¿Enserio?- pregunto con fingido asombro, sin borrar aquélla sonrisa burlona de su cara- tal parece que es el fin de la humanidad... ¿qué se le va hacer?- pregunto al aire mientras alzaba los hombros sin darle importancia- Por cierto hablando de muerte y destrucción... ¿te has dado cuenta de la hora que es?- 

- No ¿Debería?-

-¿Tu que crees Sherlock?

Hannah se mostro confundida antes de buscar entre sus cosas su reloj para confirmar la hora. Justo lo vio hizo un extraño puchero que hizo reír levemente a Orión. 

- Ahora si es el fin de la humanidad ¿he?- dijo la chica mientras se recargaba en el respaldo de la silla de Hannah viéndola hacia abajo- Te has saltado la cena y ni cuenta te has dado reina mía.- dijo mordazmente viéndola a los ojos, Hannah frunció el ceño por el apelativo y un pequeño tic se apodero del su ojo derecho, hecho que hizo sonreír juguetonamente a Orión.

- ¿Vas a volver con eso?- pregunto fastidiada antes de cortar contacto visual levantándose y comenzando a guardar sus cosas con prisa.

- Sí- sentencio Orión mientras veía como Hannah apresurada guardaba todo en su pequeño maletín de escuela- por cierto... si esperas encontrar algo en el comedor siento decepcionarte, ya no hay nada.- los movimientos apresurados de Hannah se detuvieron abruptamente.- es demasiado tarde como para que el comedor este abierto querida.-

- Maldita sea...- murmuro Hannah y Orión se alejo de la silla donde se habia recargado caminando hacia su amiga.

- Ya, ya... No es para que maldigas al mundo- dijo mientras se colocaba frente a su amiga y comenzaba ayudarle a guardar sus cosas con tranquilidad, Hannah la vio y levanto una ceja- como si no supieras que Lorena y yo te íbamos a guardar tu ración de comida- comento y los ojos de Hannah brillaron. Orión siguió guardado las cosas sin levantar la mirada. - Aunque ahora por lo que veo no has acabado con el ensayo para la clase de filosofía.- dijo levantando unas hojas con alguno que otro borrón.- vaya, vaya... ¿Problemas en el paraíso Hannah?- 

-He estado algo distraída– concedió.

- Se nota- dijo después de haber leído un borrón- y supongo que esa persona tiene la culpa ¿no?- dijo levantando la mirada hacia Hannah y sonriendo con mofa. Hannah se quedo paralizada por algunos segundos. Orión alargo su sonrisa. – Claro que la tiene...- se contesto comenzando a alejarse de su amiga sin apartar la mirada de ella en ningún minuto y sin borrar aquella sonrisa que crispaba los nervios de Hannah.

-¡Dame esos papeles!- exigió mientras se acercaba a su amiga que sostenía los papeles en su mano derecha con expresión divertida. Justo cuando la tuvo enfrente los alzo con su mano y dejo que Hannah se acercara a ella tratando de alcanzar su objetivo. –¡Orión damelos!- exigió mientras pegaba su cuerpo al de su amiga tratando de alcanzar con las puntas de sus dedos aquellos papeles que Orión sostenía por lo alto.

-¿Para que?- pregunto divertidamente caminando para atrás sin despegar ningún momento la vista en Hannah que saltaba tratando de alcanzar aquellos papeles que no contenían nada mas que borrones y una que otra tachadura. –Igual ya me entere, asi que ¿Qué gano yo con dártelos?- Hannah la vio como no creyéndose lo que su amiga le habia dicho y Orión tuvo la habilidad de tomar otro rumbo antes de que se estrellada con la pared y quedara acorralada por Hannah. 

-... ¿Qué quieres?- pregunto Hannah bajando la vista y Orión se paralizo por unos segundos, y volteo a verla sorprendida- ¿Qué es lo que quieres para que me regreses esos papeles? – murmuro y de momento Orión sintió como un gran peso se apoderaba de ella, acaso lo que sentia era ¿culpa? ¿Remordimiento? Nah, ella no podía sentir esa clase de sentimiento.

Hannah no la volvió a ver hasta que sintió un golpe ligero en la cabeza. Orión le ofrecía las hojas con su mano derecha y volteaba a otro lado disgustada. Hannah sonrió con timidez. 

- Gracias...- Orión rodó los ojos pero no volteo a verla. Hannah las tomo y regreso a la mesa para recoger sus maletín.

- Apresúrate ¿quieres?- apuro Orión mientras caminaba hacia la salida. Hannah sonrió cansadamente y dando un suspiro tomo las cosas y salió detrás de Orión.    

Aquel sentimiento de estar entre el cielo y el infierno...

-....Por lo de filosofía copia el mío, no quiero que no duermas por hacer ese estúpido resumen – murmuro con fastidio Orión, Hannah levanto la mirada y sonrió.

- Gracias.-

De sentir como tu corazón golpeaba fuertemente contra tu pecho...

- ¿Podrías dejar de decir gracias y ponerte a lado mío?- murmuro Orión sin voltearla a ver caminando con aquel paso tan característico suyo-como si fuera la reina del mundo- hacia las habitaciones, Hannah se apresuro para estar a su altura.- No me gusta ver que estoy hablándole a la nada.-

- Lo siento...-

y tu respiración se acelera solo con un simple roce...

- si yo igual.- murmuro mientras seguía caminando. Hannah volvió a sonreír. 


Era sin duda alguna, un regalo del cielo y del infierno.



*(1) “Los Reyes Malditos I: El Rey de hierro” Maurice Druon. Capitulo 1.


Notas de Autora: Hace tiempo tenia esta historia en la cabeza, bueno me he tardado mucho mas en escribirla de lo que hubiera planeado la verdad es que quería hacerla con fundamentos y planteando que es mi primera historia original, he estado un tanto emocionada por saber la opinión de los demás. No es la mejor historia que leerás pero es una de mis hijas y solo pido una oportunidad para ella ¿vale?  


*****




lunes, 6 de septiembre de 2010

Antes de comenzar con este pequeño espacio donde pondré algunos pensamientos, muchos sentimientos y muchas risas quisiera poner un prologo =)


La vida merece la pena. No pretendo dar clases existenciales a nadie, ni hablar de mi largo y exitoso paso por el globo como si en vez de veinte años tuviera cuarenta. Sólo trato de constatar un hecho: la vida sí merece la pena. Leer, escribir, sentir la música cuando la escuchas, que se te ponga la carne de gallina con una película y termines llorando con esas patéticas comedias románticas que, en el fondo, todo el mundo adora. Todo eso, al igual que las guerras, el hambre y una incesante sucesión de cochinas desventuras forma parte de la vida.

Pero ¿Por qué hablar de lo malo? ¿Por qué sentarme aquí, con mi cobija favorita en el regazo y gafas de abuela vieja, y no contaros sobre lo bueno, lo épico, lo bonito de este mundo? Deja de mirarme así, lo hay. Ya habrá tiempo para llorar en el mundo real (desgraciadamente, habrá tiempo de sobra); vamos a dejar que este rincón se llene sólo de arcoíris, unicornios y los cuentos que nos contaban cuando éramos pequeños. No, no tengas vergüenza de admitir que a ti también te gusta todo eso, ¿Y qué si te hace sentir otra vez como un niño pequeño? Tú y yo tenemos un trato: no vamos a crecer nunca. Seremos siempre pequeños por dentro.

Cuando algo realmente feo asoma la nariz en nuestras vidas, nos asustamos (y es bonito, eso de asustarse, porque significa que estás vivo) y ponemos en duda todo aquello que conocemos. Algo feo como la enfermedad de un familiar, la muerte de un amigo, de un conocido o de un desconocido que te ha afectado especialmente porque sí, porque a veces somos así de sensibles. Entonces el mundo se nos viene abajo y lo vemos todo del color de las hormigas, pero es importante que sepas que te queda mucho camino por delante para superarlo. No importa si tienes quince años, treinta, cincuenta o ciento veinte porque siempre, siempre podrás superarlo si te queda algo de esperanza. Así que guárdala bien y no la pierdas, esa poca esperanza color verde esmeralda que todos tenemos dentro, porque uno nunca sabe cuándo va a necesitarla.

Y sé fuerte, ¿vale? Como los héroes de las historias que tanto nos gusta leer. A lo mejor no siempre hay una persona que te preste su hombro pero aquí, en este pequeño espacio nunca faltaran las risas.

Reír. Reír hasta el infinito.

Así que con esto, doy inicio a este pequeño espacio.

Sea Bienvenidos y que comience la función.